jueves, 8 de abril de 2010

Lapizlazúli

Nostalgia de baberos, pupitres y recreos.
Encapsulado en un cilindro de madera fina se encuentra en su máxima expresión la impermanencia de la inspiración; pequeñas partículas de ensueños que se trazan en las hojas de la libreta de espirales.
Estimado lápiz, ¿Y si dibujara una línea y empezara a caminar, hasta donde llegaría acompañándote en tus últimos segundos?
Amo las plumas, pero juegan con ventaja, conocen su inmortalidad recargable, con la garantía de vivir; son pedantes, prepotentes, cobardes, lloronas y perennes.
En cambio tú, vives hoy, sabes que cada vez que te saco punta estás más cerca de perecer, por eso no te achicas, te vienes arriba, conoces tu final, bello y mortal. Grafítico te muestras tal como eres, no tienes miedo porque puedes rectificar, se borran los errores y vuelta a empezar. Te veo cada vez menos en las bibliotecas escritorios y estuches, pero aquellos que te encuentran saben que el alma del carboncillo queda extendida sobre el papel.
¿Por qué no se podrá firmar a lápiz en los bancos o en las iglesias?, dice la leyenda que hay un lugar que sí se puede, en Villa Anémona.

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