domingo, 25 de julio de 2010

Oleada de Deseos

El Pez Alcadesa pensaba que obraba en nombre del bien de todos, pero la histeria se había desatado, demasiadas solicitudes de todas las edades, de todos los sexos, todos los estatus, todas las religiones.
Todas las especies quieren cita con la musa entonces desde el atuntamiento se le ha proporcionado una consejera el Pez Carmín que va a intentar cuadrar horarios y reorganizar su agenda.
Pez Bocazas -Antes de que decida mirarla, ya la estoy mirado, esa adicción esotérica me da miedo-.
Villa Anémona se pregunta en la escuela, en la frutería, en los semáforos, ¿qué tendrá que nos atrae a todos cuándo somos tan diferentes?, cómo puede ser capaz de activarnos esos botones de suma atracción que te provocan el recorrido de una sustancia efervescente que te recorre por todo el cuerpo, ¡desde la barriga hasta las aletas!.
El Pez Marmita únicamente quiere quedar con ella para descubrir el ingrediente de su belleza; el Pez Capricho es el único que dice que la va a enamorar; el Pez Limón sólo quiere ver si va a ser capaz de hacerla reír; el Pez Patillas cree que con su poesías va a acariciar sus oídos de una manera tan delicada que quedara hipnotizada para siempre; el Pez Avioneta está emocionado por pasar un ratito con ella y a ver que aprende; el Pez Maga sabe que va a seducirla, pero no tiene muy claro si en sólo un encuentro, al tenerla tan cerca... va a poder controlar sus hechizos o perderá fuerza; el Pez Ojazos quiere estudiarla para imitar todos sus gestos para hacer que todo el público se arrodille ante ella... y así un no parar de ideas dispares, más o menos egoístas, pero esa es la intención primaria del pueblo, aprovecharse de ella.
No olvidemos que el Pez Musa aceptó, no sabemos muy bien con que pretensión, esperemos que buena, no para ella sino para nosotros, porque damos por hecho que uno de los dos bandos va a perder.

lunes, 12 de julio de 2010

Por una convivencia mejor

El Pez Alcaldesa no se hizo esperar, al sumar en su despacho cientos de cartas pidiendo una solución, decidió convocar una asamblea en el antiguo teatro escondido dentro de los jardines de nenúfares y lirios blancos, todos asistimos inquietos y curiosos, yo no sabía que ese día iba a ser el día más importante de mi vida, se subió al empedrado arenoso y dijo: “por el bien de la comunidad acuática, voy a proponerle a semejante marginada el Honor de ser el Pez Musa de la Ciudad y que, a cambio de concederle una cita a todos y todas las que quisieran, se le entregaría el Ancla de la Ciudad para siempre”.

Nos quedamos helados pero contentos, nerviosos y alborotados, dudando que nos iba a responder. Nadie comentó nada y todos los ojos estaban puestos en Ella, tan sabia y poderosa; tan tímida y descocada; tan auténtica e imposible, se levantó para darnos una respuesta, decidió aceptar el cargo pero con una condición, que si se enamoraba rompía la clausula y se marcharía a otra villa para siempre.

Villa Anémona acepto al unísono, mezcla de aplausos, gritos, silbidos, una atmósfera de euforia, alegría, inquietud e impaciencia se apoderó de todos los peces presentes, deseosos de que llegara ese gran día.

Reprimir o Suprimir a la Musa

Había una vez un pez aparentemente sutil, el hecho de que la mirase tanto, le incomodaba, nadie era agradecido con ella, nunca le regalamos un gesto bonito, ni siquiera le hablábamos, yo lo pensé un día, pero jamás me atreví, tampoco tenía opción, no me concentraba cuando la tenía cerca, me nublaba en todos los sentidos, es cómo si la envolviese un enorme celofán transparente, tenía cómo un aura a su alrededor, que provocaba un campo de fuerza que nadie se atrevía a acercarse a menos de metro y medio y dejaba una estela de electricidad tentadora.

Cuándo te fijabas detalladamente en ella, dictabas tu sentencia de placer mortal. Su belleza era tan extrema, que tenías miedo de aguantarle la mirada por si tus ojos ardían, tenía una altura resultona, un porte elegante, un erotismo ahogante que te envolvía como un velo dorado, un olor indescriptible que te penetraba de tal modo que la tenías todo el día presente, un caminar exageradamente pausado, parecía que lo tenía todo milimetrado para que te diera tiempo a admirarla, seguirla y perseguirla, alguna vez, te despistabas tanto que aparecías en la otra punta sin saber qué hacías ahí y cómo si tuvieras amnesia, no sabías tampoco cómo habías llegado y sólo al volver a coincidir tu olfato con semejante fragancia volvías a recordar esa adicción. Tenía una manera tan delicada de recoger las cosas, sobretodo violetas marinas, al agarrarlas provocaba un silencio suspirante.

Sabía que esto no podía seguir así, entonces me armé de valor y  le envié una carta al Pez Alcaldesa para que tomara alguna medida por el bien de la comunidad, dando la casualidad de no ser mi recurso el único pendiente.

Pez Capricho


viernes, 2 de julio de 2010

¿Os acordaís del

Pez Manchado?, quizás así en frío no os suene su nombre, pero si os digo... que es el pardillo que se enamoró locamente, por no decir de manera enfermiza, irracional y desmesurada de un pájaro..., ¡menudo tarado!, ahora sí sabéis quien es, ¿no?, sí, sí,  ese que intentó por todos los medios probar que los amores imposibles existen, pero qué cuándo alguien tiene un propósito y lo cree con mucha fuerza, está en su mano conseguirlo..., pues bien, esto sé que es un poco duro soltarlo así..., ese héroe romántico ha muerto.
Mi mejor pez amigo  falleció por amor o de amor o por ser un papanatas infectado de esa enfermedad maldita, ¡amor-cillado, amor-dazado, amor-atado, amor-al, amor-fo!, el nemo, murió. 
Intentó conquistarle llevándole cada día  a las siete de la tarde un regalo diferente. Perdía toda la mañana entreteniéndose hasta encontrarlo, recogerlo o elaborarlo y en alguna ocasión estuvo muy muy cerca de no contarlo, cómo cuándo le hizo aquel collar de coral venenoso, o esa semana que estuvo en la enfermería por capturar viva la medusa luminosa que le regaló dentro de un frasco enorme de cristal. Pero por muy buena intencionalidad,  la verdad es triste, ella no le hacía ni una pizca de caso, no hablaban el mismo idioma o se hacía la sorda o yo que sé, pero no sería por falta de trabajo,  porque nosotros estuvimos yendo a clases de comunicación no verbal y nos iba muy muy bien.
El incidente sucedió después de que fracasara mi consejo de que intentaran vivir en la orilla, él se lo propuso, creyó entender que ella aceptaba pero estuvo al borde de la asfixia total esperándola horas y horas, otra vez cerca del suicidio, entonces tuvo que idear un nuevo  plan el muy calzone, pero esta vez ya sin mi ayuda, porque sabía que iba a fracasar y así fue.
Se le ocurrió la brillante idea de intentar vivir dentro de la boca del pájaro, cuando me lo contó le prohibí que lo intentara, pero como buen romeo, no me escuchó.
Al zambullirse voluntariamente en la boca de su amada podía suceder dos probabilidades vitales, una que ella se lo tragase sin masticar o dos, que ella entendiera esa prueba de fe y valor y le correspondiera para siempre.
No se porque seguís leyendo con la esperanza de que surgiera la segunda opción, si es que ya os lo dije, Disney ha hecho mucho daño, además os lo confesé en las primeras líneas, el Pez Manchado murió feliz dentro del amor que le quitó la vida.
Y es que estuvo tan cerca de conseguirlo, su historia me enterneció, yo viví el día a día con él, todo el trabajo, y no me dolió mucho su pérdida, porque sé que era amante del peligro y de las situaciones arriesgadas y porque le conocía muy bien sé que fue un perfecto suicidio adornado de leyenda, lo malo es que me ha contagiado esa ansiedad por domesticar al ave y me he obsesionado con ella, ahora sólo tengo que idear un nuevo borrador para que se sienta atraída por mi...

Pez Patillas

jueves, 1 de julio de 2010

¡Para de mirarme así!,

dicen mis palabras, (mientras mis ojos se dilatan, mi boca se frena para no irte a buscar desesperadamente, mi respiración se entrecorta imaginándonos, mi pecho se hincha intermitente para lograr hiperventilar y controlar los suspiros indeseados que nos delatarían, mis piernas flojean y mi mente se arrodilla ante tu poder después de haberte invitado a consumirme toda), -me incomodas, déjalo estar-.

Una de mis clases favoritas es la que imparte el Pez Ojazos, ¡me apasiona!, no sólo por la profesora que interrumpe mis sueños y los protagoniza, sino que allí dentro nos enseñan a codificar las miradas, y ella... la tendríais que ver, te deja atónito, te desarma, te desmonta, te aniquila, me arranca todo... y todo esto deja latente mi patética lectura, dado que siempre pienso que me intenta provocar, me intenta seducir o decirme algo más allá de sus palabras, pero sé que me equivoco porque luego la observo cómo actúa con los demás y me siento un pez corriente y desgraciado, bueno tampoco es para tanto, pero no siento la especialidad recíproca, que yo tengo con ella.
Al grano, esta clase es muy importante, porque el lenguaje exclusivamente visual es probablemente el más sincero, más directo, en el que las conversaciones son muy muy profundas, tanto que te pueden dejar sin respiración, o que tengas algún accidente por la adicción de unos ojos desconocidos o simplemente que te avergüenzan, te transmitan miedo, te susciten dulzura o desafío, tanto te retan cómo te desnudan, te pueden lanzar cuchillos y rayos invisibles como enamorarte.
Las miradas de mamá, por ejemplo, a veces son de protección, a veces de llamarte la atención, a veces de que pares de hacer alguna travesura y otras que son como si nuestros ojos se abrazaran y los lagrimales segregasen bienestar anestésico.
Poco a poco voy descubriendo conversaciones nuevas, incluso de peces anónimos, cómo cuando voy en el metro acuático, cuando juego un partido o cuando estoy muy muy cerca de algún pez.
Nos hacen llevar tapones, aunque está prohibido hablar. Dice la seño que no hace falta ser un experto para traducir la comunicación no verbal, pero el problema es que todo nuestro cuerpo habla en todo momento, inconscientemente o no, y muchas veces acompañamos palabras contrarias a los mensajes que dicen nuestras pupilas y aunque le de vueltas y vueltas no acabo de entender , ¿por qué nos comportamos así tan cobardemente?, sobretodo en el ámbito de sentimientos y sensaciones, ¿qué tememos?, porqué no dejamos que hable la parte más honrada de nosotros. Entonces ¿quién miente?, ¿los gestos o las palabras?, lo tengo muy claro.

Pez Capricho