sábado, 4 de septiembre de 2010

El Pez Travieso

es difícil de digerir, no come rutinariamente y se alimenta únicamente de travesuras. 
Es directo, infantil y muchas veces te entrecorta la respiración, te atraviesa con la mirada, puede incluso atravesarte el corazón cuando menos te lo esperas. Su acción puede causarte algún daño o perjuicio pero de poca importancia y sus efectos son gratificantes a corto plazo.
Ataja atravesando por tu camino sin avisar, sin pedir permiso, sin llamar a tu puerta y te pervierte, créeme, lo consigue con una elegancia y facilidad digna de aplauso, el muy pícaro.
A través de él hacemos lo que queremos hacer, los verdaderos impulsos, los deseos que te salen desde muy adentro que no te da tiempo a filtrar cívicamente, aunque cuando lo estés haciendo no las tengas todas contigo de que realmente estés haciendo lo correcto, es más, cuando escucha las palabras "adecuado"  o "deberías hacer", le salen ronchas rojas y granuladas en sus escamas, que no le salen ni rascándose con la arena gruesa.
Se traviste de aquello que le apetece, sin pudor, sin temor, sólo por saber que se siente ser lo que ha querido ser aunque sea por un día.
Vive dentro de cada uno de nosotros, lo hemos aprendido hoy en la clase del Pez Táctil, nos ha contado qué, cuándo somos alevines, nos encanta jugar con él, hacerle caso y le obedecemos bastante, casi somos sus esclavos o brazos ejecutores y él la cabeza pensante, pero a medida que van pasando los oleajes, las mareas y las lluvias de verano, si te olvidas de darle de comer, se adormece en nuestro interior, perdiendo fuerza y quedándose anonadado y cada vez cuesta más despertarlo, pero hoy a mis veinte seis lunas, he decidido darle un homenaje, pienso suministrale su dieta hasta que a ambos nos duela el corazón de tanto sonreir, voy a ingeniarmelas para lo que a veces siento como culpabilidades las disfrace traveseando acciones verificadas con destreza.

Pez Avioneta


No hay comentarios:

Publicar un comentario