lunes, 21 de marzo de 2011

Bailemos,

ahora, mi fogoso desconocido, no me hagas esperar, que me desespero.
Bailemos, delante de la depravada muerte, quien no deja de tocarse observándonos...
Salgamos a bailar a tu balcón, evidenciándonos ante los sonidos de los coches que aminoran sorprendidos, queriendo intercambiarse.
Bailemos señalados por las curiosas farolas. Aterroricemos a las macetas, avergoncemos a los gatos, embobemos a la noche hasta que se muera de envidia y se marche enfurecida.
Bailemos en la oscuridad de tu jaula, con las ventanas abiertas, para que nos penetren las radiaciones de la luna llena, transformándonos en primitivos animales hambrientos...
Volvamos a la pista, desafiémonos al ritmo de las sombras, intoxicados, jugando asilvestrados sin normas, deslizándonos ágilmente sobre las sábanas, arrugadas y frías, (no por mucho tiempo), las cuales nos arañan insinuándose, queriendo participar.
Bailemos compartiendo esa calidez que va subiendo por segundos, de manera que seas consentido, que el temblar de tu cuerpo forme parte del movimiento, que mi aliento te recorra adherentemente sin dejar ni un centímetro limpio, rétame con tus caderas y trencémonos pegajosa-mente, abrázame con tus piernas y me abalanzaré sobre ti, sin control.
Bailemos, juntos, combinando nuestros lati2 a golpes, encajándolos acompasa2 y acelerándolos hasta vencer tan cercanos que el fluir de la sangre se escuche claramente en nuestras bocas, por favor no pares, ¡tómame el pulso!, si ves que desfallezco.
Bailemos mientras tu conciencia se pierde en mis encantos y la locura clame continuar con la música retumbando en nuestras cabezas, silenciosa, rindiéndote incondicionalmente, dejándote seducir por quien te guía sin tregua alguna hasta que agonices.
Bailemos, hasta reflejarnos violentamente en nuestras pupilas, hasta convertir mis deseos en tus ordenes, mis instintos en tu apetito, trasformándose cada paso en un hechizo diabólico que emborracha a quien nos escucha.
Bailemos, convirtiéndola en la entrega más salvaje que hayamos estado envueltos, atroces embestidas que encogen el colchón, celoso de mi.
Mi gran bailarín... porque esta noche serás brutalmente soberbio, sólo por ésta, porque nuestra competitividad nos poseerá ferozmente hasta alcanzar el baile perfecto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario