martes, 25 de mayo de 2010

Un Pez Corriente

vivía obsesionado por dejar siempre las ventanas abiertas de su casa, tenía a todos locos muy locos, siempre detrás de él cerrándolas y se justificaba una y otra vez, -es para que cuando los peces palomas hayan enderezado su ruta, terminado su vuelo y hayan topado por fin, después de un largo recorrido su viaje, no encuentren más obstáculos para concluir su propósito una vez encontrado el lugar- y un día cualquiera, entró una, moribunda, desorientada, preguntando por él. Le dio de comer, le dio de beber y nunca le entregó nada, nada que pudiera leer.

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